22 septiembre 2009
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Son con seguridad una de las estructuras más antíguas diseñadas por el hombre para cruzar un río sin mojarse los pies o ser arrastrado por la corriente. Como cualquier obra antigua, su integración con el medio es perfecta, tanto, que el codicioso rio se adueña de sus piedras, removiéndolas y enterrándolas en su lecho, sumiéndolas en el olvido por la falta de uso.
Su restauración es sencilla, de bajo coste y poco impacto, es un trabajo básicamente manual, consistente en retirar los sedimentos y plantas acumulados a su alrededor, dando profundidad a los canales que se forman entre las piedras, de forma que el agua circule con facilidad entre ellas y no por encima.
Las inmediaciones de estas estructuras suelen ser biológicamente muy productivas, pues reducen la velocidad de la corriente río arriba, aceleran el agua en forma de chorros al pasar entre las piedras y crean unas buenas camas de arena y grava en su parte inferior. En otras palabras, el escenario perfecto para las truchas; variedad de refugio, alimento y água bien oxigenada.
Paso do Outeiro, recuperado este año por la Sociedad de Pescadores de Santa Comba. La iregularidad de sus piedras lo hacen muy divertido de cruzar, pues requiere cierta dosis de equilibrio. Si se intenta con los zapatos de ir a misa... el subidón de adrenalina es impresionante.
Paso do Outeiro, recuperado este año por la Sociedad de Pescadores de Santa Comba. La iregularidad de sus piedras lo hacen muy divertido de cruzar, pues requiere cierta dosis de equilibrio. Si se intenta con los zapatos de ir a misa... el subidón de adrenalina es impresionante.
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