Muchas ya han desovado, pero aún podemos encontrarnos en estas fechas con las más rezagadas en los amores, también con aquellas hembras, que aún exhaustas, se mantendrán custodiando sus nidos durante unos días antes de regresar a la protección y de las aguas más profundas y tranquilas.

Esquivas como siempre, perfectamente mimetizadas con su entorno, pero no completamente invisibles para quien sepa mirar y poner de su parte el sigilo necesario.

Descubrir a la reina del río oculta bajo la sombra de un abedul y en tres cuartas de agua sin haberla espantando antes, supone un gran regocijo personal. Ver las abultadas zonas de guijarros limpios y removidos, sabiendo que están rebosantes de una nueva y latente vida, supone una gran esperanza para cualquier pescador y amante de la naturaleza

Uno continua su paseo, sintiéndose afortunado por disponer de esa riqueza al lado de casa, hasta que el olor a podredumbre suspende toda ilusión, solo medio centenar de pasos río arriba, destapan la tozuda realidad, la que recuerda el tiempo que nos toca vivir, el del destrozo interesado, el de joder lo público en beneficio propio, el de la desidia e incompetencia de nuestra Administración, que ni está ni se la espera ni en este ni en otros menesteres. Por eso no podemos quedar indiferentes, sin actuar, sin denunciar hasta la saciedad lo que ha dejado de ser puntual para convertirse en habitual e inadmisible.